Las cifras objetivas que actualmente se barajan acerca de la prevalencia e incidencia de los diferentes tipos de trauma a nivel mundial, y sus consecuencias a nivel de salud física y mental son inmensas, y eso  que suponen sólo una punta de un enorme iceberg que se mantiene oculto debido a múltiples factores.

Todos conocemos y hablamos sin problemas del estrés postraumático derivado de desastres naturales, guerras, accidentes, enfermedades… y aún así nos cuesta, porque a nadie le gusta constatar que todo eso pasa cada día y está ahí, y, sobre todo, a nadie le gusta conectar con la sensación normal de vulnerabilidad que puede generar el saber que todos somos susceptibles de que nos pase, con mayor o menor probabilidad, dependiendo de lo que se trate.

Ya nos cuesta mucho más hablar de traumas que, por desgracia, están mucho más a la orden día, y mucho más cerca de nosotros de lo que podemos imaginar, como son el abuso, negligencia o maltrato, la violencia sexual…¡Qué desagradable!, ¿ Verdad?.

Los que tratamos todos los días con personas que han sufrido de una u otra manera alguna o más de una de estas situaciones, de manera intensa y continuada en el tiempo, o breve pero fulminante, o en cualquiera de sus manifestaciones, sabemos que lo que genera y acaba por instalar el trauma y todo lo que conlleva, mucho más a veces que lo que sucede en sí,  es el silencio obligado durante y después de.

El no poder hablar, ni contar, ni conectar emocionalmente, ni siquiera pensar, en lo que ha sucedido o está sucediendo, por diferentes factores:

  • La pura defensa psíquica de disociación y desconexión que se impone para poder sobrevivir emocionalmente.
  • Las amenazas, coerciones, manipulaciones y seducciones, más o menos explícitas, del agresor/a.
  • Las sensaciones introyectadas en la víctima de culpa, vergüenza, miedo, inadecuación, rechazo hacia sí mismo/a, inseguridad, ambivalencia, etc,.
  • La negación o evitación o repulsa que, a nivel social y, por desgracia, también en ocasiones a nivel sanitario, estas personas encuentran cuando intentan por fin que se las ayude a entender y curar lo que les pasa.

La mayoría de ellos/as llevan toda una larga trayectoria de cronificación de síntomas, cargan a cuestas con varias etiquetas diagnósticas de trastornos o enfermedades, y cada vez se sienten peor consigo mismos/as, impotentes, inútiles, incapaces de hacer lo que les dicen que deberían estar haciendo para estar bien. Eso en el mejor de los casos. En el peor, acaban por asumir y dar por sentado lo que muchos les han acabado diciendo: que se inventan cosas, que no tiene sentido nada de lo que dicen, que los síntomas que presentan no cuadran, que la culpa de no poder mejorar o de lo que les pasa es suya, que nunca van a poder estar bien…

Qué pena que todo esto todavía suceda con tanta frecuencia.

Por eso considero tan necesario que, los que afortunadamente tenemos la posibilidad y la capacidad para ayudarles a curarse, empecemos a divulgar desde ellos y desde su experiencia con nosotros, lo que es el TRAUMA y lo que puede suponer, ir perdiendo por lo menos el miedo que supone la ignorancia, ir conociéndolo más, para ir consiguiendo entre todos no dejarlo de lado y no silenciarlo cuando lo tengamos al lado.

Sobre todo, transmitir que reconocerlo y comprenderlo no implica quedarse en él, sino todo lo contrario, es el primer paso para dejarlo atrás, pero ya procesado y sin más consecuencias a presente.

Muchas veces mis pacientes me expresan la rabia que les da  no poder contarle a nadie lo alucinante que es lo que experimentan y experiencian durante el proceso de tratamiento con EMDR,  porque es tan difícil de expresar que nadie lo creería, y pensarían que se lo inventan o que “se les ha ido la pinza”; yo les digo que estén tranquilos, que fuera de los que nos dedicamos a esto, yo tampoco se lo puedo contar a nadie, porque pensarían lo mismo de mí… Suceden cosas tan increíbles, nuestro psiquismo es tan apasionante en su funcionamiento…

Menos mal que por ambas partes compartimos ese guiño, y la inmensa gratificación de que, después de la durísima lucha que supone el proceso, y de lo complejo y complicado que resulta,  acaban por sentirse personas totalmente diferentes, desde lo estructural, y con todos los recursos  y la estabilidad emocional suficiente para seguir afrontando la vida, venga lo que venga.

Y menos mal que sabemos que hablar de lo negativo y ponerlo sobre la mesa, y dedicarnos a ello, no es excluyente con querer, poder, y ser, personas alegres, vitales, divertidas y estupendas.

Que a ellos, igual que a nosotros, también les gusta compartir experiencias, sentir, reir, disfrutar, querer, poder decidir, poder equivocarse, ser libres, vivir.

Y, sobre todo, menos mal que por fin pueden demostrarlo.

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