Una de las sintomatologias más complicadas de trabajo en psicoterapia, es la que corresponde a los llamados «Trastornos de la conducta alimentaria». Las dificultades para comer de manera regulada, la desregulación emocional, la esfera de tipo obsesivo (pensamientos intrusivos, rigidez cognitiva,), la autoexigencia, la impulsividad, las autolesiones…
La resistencia al tratamiento proviene de tres factores fundamentales:
- Origen traumático que no ha sido tratado.
- Factores mantenedores que siguen disparando cada día ese origen y afianzándolo, y que consiguen que, lo que era inicialmente una desregulación, se convierta en toda una estructura diagnosticarle como trastorno.
- Historial de tratamientos previos que sólo ha consolidado y cronificado sintomatología.
Desde mi experiencia, creo firmemente que la única manera de disminuir y/o eliminar este tipo de síntomas es ir a su origen, y tratar y procesar todo aquello que provocó que esa persona los desarrollara, y ayudarla a que deje de considerarse un enfermo en eso que manifiesta.
Eso que fue adaptativo en su momento ante abusos, negligencias, carencias, o dinámicas disfuncionales en el sistema de apego, o ante acosos o maltratos fuera de él, ahora ya no lo es.
Y mientras la persona que lo sufrió no establezca esa comprensión, y entienda a un nivel psíquico interno la funcionalidad de esos síntomas, no se va a sentir capaz de poder actuar y reaccionar de manera sana, aquí y a partir de ahora.
Ayudar desde la desensibilización de los daños a que las necesidades vayan siendo diferentes, y que la capacidad y posibilidad de autocuidado y de poner límites a esas dinámicas disfuncionales vayan surgiendo y empoderándose. Eso es lo que realmente irá evitando que la persona continúe en la espiral de sintomatología , y acceda por fin a una gestión sana de sus emociones.
La rigidez en las pautas alimentarias, el continuar infantilizando, desde el desplazamiento a la preocupación por el aspecto corporal, en lugar de poder trabajar la individuación y autonomía personal, cuando ya se va avanzando en el proceso, sólo boicotea la posibilidad de avance.
Desde las figuras cuidadoras y de apego, el responder con castigo y exceso de control a la dificultad de manejo y de capacidad, sólo afianza el vínculo infantil disfuncional, tal y como se instaló, y mantiene sintomatología.
Po eso, en el proceso de psicoterapia, resulta imperativo y necesario trabajar los márgenes, la flexibilidad, el desgaste y agotamiento de todos los miembros implicados en esa cronicidad, para poder ir avanzando y sosteniendo, hasta que ya pueda existir una dinámica sana de autocuidado en todos los aspectos de vida.
El EMDR es un gran aliado, tanto para procesar y reparar daños traumáticos, como para conseguir ese giro interno de creencias acerca de sí mismo, y que la persona poco a poco vaya sintiendo la necesidad de estar bien, al mismo tiempo que la funcionalidad del síntoma va perdiendo su sentido, y para que ya sea capaz de actuar lo sano de manera estable.
Proceso duro, difícil, complejo, nunca corto desde la cronicidad, pero posible desde la motivación y la perseverancia, y muy gratificante cuando por fin se consigue.
Y, como siempre digo, cuanto menos categoricemos a las personas que manifiestan este tipo de síntomas, y más expectativa de posibilidad les demos, más habremos contribuido a que se permitan dejar de «ser enfermos».
Sólo tenemos que ayudarles a saber cómo.
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